Las profecías no nacen de un vínculo oculto entre los hombres y la(s) divinidad(es). Tampoco surgen, como se cree, de un pacto secreto entre adelantados en las ciencias adivinatorias con los lores del inframundo. La profecía nace de los intestinos: es una intuición del bajo vientre. Todos somos un poco profetas: cuando sentimos retorcijones indeseables, podemos PREVER que en menos de 5 minutos estaremos sentados en algún baño cercano. |
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